Libertad, Destino y Justicia


Más allá de los elementos individuales existe la unidad de las partes y el conjunto de relaciones entre las partes y el todo. A este conjunto de cosas y a la suma de sus relaciones se le conoce con nombres como: Dios, Universo, o Absoluto. Todo lo que sucede en el universo cumple siempre con ciertas leyes destinadas al mantenimiento del absoluto. Si pudiésemos comprender que el dolor y el sufrimiento cumplen también una función importante en este orden divino. Notaríamos inmediatamente que todos los males, propios o ajenos, no son realmente lo que parecen ser. Con frecuencia nos indignamos ante cualquier suceso que, desde nuestra perspectiva, representa una desgracia para la humanidad. Y pensamos que nosotros mismos o los demás debieron haber actuado de un modo diferente para evitar tantos disgustos. No nos damos cuenta que todo lo que sucede es el producto de infinitas interacciones previas que obedecen a leyes universales. Nuestro destino depende de todo lo que nos condiciona, y si las cosas son como son es porque no podrían haber sido de otro modo. Para muchos esta sencilla realidad puede resultar incomprensible ya que creemos tener voluntad y libertad para hacer lo que queremos. En realidad somos siempre esclavos de las limitadas circunstancias que nos rodean y nos dejamos manipular por nuestros miedos. Vemos la realidad de manera parcial, por lo que en un momento dado algo insignificante puede representar todo para nosotros. Muchas veces nuestras ideas, deseos, ambiciones o apegos se convierten en lo más importante y despreciamos todo lo demás. Pensamos que cualquier persona, situación o cosa es injusta si se opone a lo que en un momento dado creemos que es cierto. No entendemos las acciones o las opiniones de los demás y sin embargo justificamos compulsivamente todas nuestras acciones. Y nos vamos transformando en maquinas que reaccionan de manera automática ante circunstancias accidentales que no elegimos. Por eso debemos intentar reconocer qué es lo que nos manipula y no tratar controlarlo todo ni buscar una libertad inexistente. Aunque formamos parte de un destino universal, nuestro "yo" profundo despierta al observar las cosas que nos pasan sin involucrarse. Porque la amplitud de nuestra conciencia depende de la capacidad que tengamos para ver nuestra esencia como parte del todo.